lunes, 19 de julio de 2010

Grandilocruento

Dedicado especialmente a mí, que suelo presentar la antífrasis de lo que me supongo siendo.

Nosotros tenemos pocas pretensiones. Nosotros ya no creemos en las grandes y solemnes alturas. Nosotros titubeamos con solidez y encogemos valerosamente nuestros hombros cuando creemos que ciertamente sabemos en qué cree nuestro creer. Nosotros ya exhalamos vientos gélidos. Nosotros ya estamos cómodos en la indómita electricidad. Nosotros ni siquiera confiamos en la primera persona del plural. Nosotros yacemos jactanciosos en la lengua gangrenosa de la tra(d)ición. Nosotros nos dejamos ser hablados por centros vacíos y no rezamos por ello a ningún Otro que nos haga otra la vida. Nosotros tenemos pocas pretensiones. Nosotros mucho etcétera. Nosotros tenemos una pretensión y hacía allá nos eyectamos. Nosotros habitamos la prosa del mundo pendiendo de un signo escurridizo que nunca termina de disolverse en el agua de fondo de la gramática. Nosotros queremos algo, soñamos con la tibieza de una obra que, inapropiable por toda museo-conservación (para bien nuestro), aun desconocemos la posibilidad de su realización. Nosotros pretendemos incendiar las enmohecidas páginas escritas por el Desertificador y alzar ahí, con el pincel borracho del más ligero óleo de libertad, las puertas de par en par abiertas a un poema que no necesita expresar Algo, un poema que nos done un nuevo horizonte y no este barro arcilloso que nos traga impúdicamente. Nosotros somos nuestros mejores enemigos, por eso tenemos tanto amor propio.

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