viernes, 11 de febrero de 2011

Servidor neuronal no encontrado. Comuníquese con San Pedro. Telemarketer impío, el primer papa de la ecuménica domesticación

 Hay un algo que seduce a cualesquiera entre los que sean. 
                                                                           Lo que sea que esos fuesen.
 Le remite un mensaje.   
                                    (Ya nostalgia y neuralgia que se arrima a silbar graznidos)
                                                                                                    [el ecuánime Álgebra-cadraba agita una pócima y burbujea un teorema sin axioma, cual huérfano no percatado:  =/= ergo agujero mestizo. El universo presuntuoso es ingeniero de la aria vía láctea. No obstante: Cabaret del big bang. Hay agujeros bastardos de apellido "Espósito"]
                           El burócrata de la cuántica cualificarla y gruñidanzarla. 
                         
           ¡Cantar de los oscurantistas de la Luz!
                                                                                                      -salto impredecible tipea el hijo de K., aún  más oficinista que el crío del Padre de K- 
                                        Registro civil del ministerio de la incógnita  
                                         unos Documentos Galácticos de Indescifrables Carátulas para feos troglodíferos idiotas.

El encanto
                La epistolar mediación 
                             Sobre amarillento-                        UNA NADA

Contiene a ella y a la Estampita (En el margen fue impresa. Ed. La Orilla del vacío, Año de publicación: mucho antes de los gemidos de María y mucho después de la cornífera imagen del carpintero pobretón. "Hétero-ayudame Sirena, anacoreta es más melodramático que suicidios vencidos por plazo excedido") 

Era una servilleta de papiros piromaníacos. Una vez en el tiempo había limpiádose el  REY Acéfalo.


                            Lo antecedente murmuraba


                                      El Deseo

Tanto idioma para que el mono se cague en la lingüística de los rayos catódicos.

martes, 8 de febrero de 2011

Secretando

En fin y alguna vez más allá del tiempo,
El parlante, más tarde silente escritor,
Regala incautamente el secreto
A la palabra.

Contar todos los secretos
A viva voz,
Para que dejen de ser descubiertos
Y se amarren a los garrotes de la palabra.

En la fiesta de la subsistencia,
La lengua reúne lo disperso.
Depreda deglutiendo
Y alega necesidad como buen letrado.
Para que la imputabilidad
Ingrese a su coto de caza
Y refine a la presa,
En el cenáculo de la carne.

Lo disperso aglutinado,
No es jamás comunión.
Cada íntimo sentido
Es vivencia sin pedir la mano
A la expresión que no enaltece

Lo común del secreto dicho
Inmediatamente al ser hablado
No es otra cosa sino renacer
Como secreto.

Tal como la trinchera
Que es expectar defensivo,
Y muere cuando llega
El momento del ataque.
Para ser un detalle geográfico,
En el campo de guerra fenece.
Un ser que espera para ser
Lo que le anula su destino,
Justo en el final realizado.

El secreto sea lo imposible
No lo reservado celosamente
Para la cercana y vernácula
Nodriza chismosa.

Que la prensa burda de lo grotesco
Y el alboroto de los días que pasan
Se enteren de la confidencia.

No hay secreto en los secretos,
Dientes que no morderán ausencias.

Epitafios vanos para finitudes
Y si el lector de tumbas los leyera,
Será el arcano.
De las que han sido presencia y
Pasada es ya su hora.

Lo han urdido para guardar
Por siempre lo que nunca pudieron dar:
La razón de preservar ardorosamente
Una pregunta que las perseguía,
Para que sus sombras la respondieran.

El extrañamiento de ser
El interlocutor de un interrogante
Tan punzante como inexistente.

Las respuestas están esperando
En lo común y en la lengua.
Ella segrega signos
Antemano diseñados.

Tu silencio es el secreto,
Tu palabra es el cerrojo
Y quizá la clave exacta es callar.

Como lo común de mil diferencias,
Asesinadas con el mismo calibre,
Es callar para ostentar
Que lo disperso no es fragmento,
Ni polvillo que pretenda ser barrido.

¡Gritan las almitas!
Al resoplar el aire
De la nariz del viento.
El que se atorbellina en el vacío,
Él, el vientre amorfo.
Cuna y fuente de toda figurita efímera que
Zapatea la inquietud de lo inconfesable.